Conviene poner de manifiesto que estas piezas musicales son nuevas creaciones acusmàticas, las cuales, a pesar de su tratamiento casi holográfico, no pretenden recrear el paisaje sonoro de la ciudad en el S.XVIII. Sólo, hacernos pensar en el, puesto que la reconstrucción del pasado es imposible y, más aún el sonoro, por lo efímero de su naturaleza, un esfuerzo ímprobo, probablemente sin interés. Todas estas piezas cobran vida a partir de la descripción de las actividades que tuvieron lugar en la zona, las cuales necesariamente dieron lugar a ricos universos sonoros. Cada uno de sus posibles elementos ha inspirado la selección así como la manipulación de los sonidos que viven en estas piezas con la intención de aprovechar su morfología con la intención de enfatizar las formas musicales resultantes de las superposiciones y concatenaciones que fueron apareciendo completamente al azar en el proceso de confección de las piezas. La complejidad de las composiciones se halla en las articulaciones entre los diversos sonidos, lo que crea texturas multidimensionales ricas, que, por imaginarias, habitan en la consciencia de quienes escuchan, más allá del tiempo y del espacio clásicos, para cobrar vida en la celebración de nuestras raíces desde el convencimiento de que la música es un espacio donde el pasado nos proyecta más allá del presente.
Les traces no són els fets (2023)
Performance multifocal acusmática • 18.30 • 20.09.2003
Los 16 altavoces instalados en el yacimiento de El Born Centre de Cultura i Memòria con motivo de la instalación 'Habitar significa dejar huellas' resuenan en el espacio acústico del sector del Rec Comtal con una meditación sonora sobre la imposibilidad de reconstrucción del pasado. Tan pronto como el sonido nos abandona, su influencia y todo aquello de lo que es síntoma parece también extinguirse para nosotros. Y esto es una buena alegoría de la transformación inevitable de la percepción de los hechos a los que la historia alude, de las deformaciones de la percepción histórica del pasado y la fugacidad de sus imágenes, tan importantes para Walter Benjamin, autor de los textos de los que tanto la instalación como esta performance multifocal acusmática beben.
No podemos reconstruir los detalles precisos de una rica vida cotidiana llena de generadores de huellas sonoras borradas a golpe de pico y pala por los propios desahuciados por orden de la monarquía borbónica. Nunca volverán los sonidos de los juegos no siempre legales de los trinquetes, a veces conflictivos (pelota, dados, ajedrez, cartas, chaquetas, …), de las actividades de la carnicería, de los cordones de viola, de la carpintería, de las herrerías y las caldererías, ni del agua del Rec que entraba y salía de las casas por los acueductos, el alcantarillado y que la gente extraía de los pozos, de los pájaros y los pasos de la gente sobre la piedra del pavimento. Pero sí podemos rememorarlos con sonidos actuales que construyen paisajes de evocación capaces de hacernos pensar en la importancia y el significado que para nosotros tendría su desaparición.
Clama Bernard d'Espagnat por la existencia de un velo entre la realidad y nosotros, que existe fuera del tiempo, el espacio y la sustancia. Las huellas no son los hechos, al igual que ‘el mapa no es el territorio’, como decía Alfred Korzybski, ni ‘articular históricamente el pasado significa conocerlo “tal como realmente fue”, sino que quiere decir ‘hacerse con un recuerdo tal como reluce en un instante de peligro’, porque, también nos muestra Walter Benjamin, ‘el pasado solo se capta como la imagen que reluce para no volver nunca más en el instante en que se vuelve reconocible’.